Este no es un largo adiós sino una ilusionante mirada en dirección a la próxima edición de Aragón Negro Gastronómico. Y mientras cocinamos a fuego lento el recetario del 2022, os recomiendo la lectura de clásicos y contemporáneos que se han aproximado o sumergido de lleno en la gastronomía criminal.

Aunque no forma parte del género negro, el primer recuerdo que tengo sobre estas cuestiones es Hánsel y Gretel. El siniestro cuento narra las penurias de unos hermanos en manos de una bruja. La señora tiene un apetito pantagruélico y delictivo. Una voracidad exenta del humor grotesco de Rabelais y su goce epicúreo de la vida. Como ya sabemos, la bruja tiene un plan trazado con premeditación, nocturnidad y alevosía, que consiste en engordar a uno de los hermanos ofreciéndole maravillosos festines para devorarlo cuando esté bien nutrido. Todavía hoy me parece un relato fascinante y espantoso.

Ya en mi adolescencia soñaba con ser un confidente de Auguste Dupin, el detective creado por Poe, y recorrer de noche Saint-Germain o la calle Morgue, o los grandes restaurantes parisinos de mediados del XIX y las tabernas cutres de Montmartre.

Durante un periodo breve me empaché de las tazas calientes de chocolate que saboreaba el laminero Hercules Poirot. El orondo detective de Agata Christie compartía la pasión por el cacao con el gran repostero y chef de ficción, Néstor Chaffino. El mismo que apareció congelado en una cámara frigorífica en las Pequeñas infamias de Carmen Posadas.

Francisco García Pavón fue un pionero en la materia gastrodelictiva. Su aportación queda reflejada en la serie dedicada a las investigaciones de Manuel González, alias Plinio, jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso.

Después llegó a mi vida un movimiento sísmico llamado Manuel Vázquez Montalbán. Acompañar a sus dos personajes, Carvalho y Biscuter, es sentarse a la mesa para dejarse llevar por placeres mundanos, en ocasiones sofisticados, y siempre ilustrados por el portentoso intelecto del autor. Montalbán plantea, entre innumerables cuestiones, la gastronomía como tabla de salvación en una sociedad putrefacta, perdida en un naufragio con caníbales a bordo. Y el colofón de su obra, las dos partes de Milenio Carvalho, son un fabuloso viaje por las cocinas del mundo, sus vinos y destilados.

Para finalizar con estas recomendaciones literarias en las que se marida la gastronomía y el crimen, os propongo la lectura de El bouquet del miedo (Xabier Gutiérrez), El Chef ha muerto (Yanet Acosta) y Demasiados cocineros (Rex Stout).

Por cierto, no desperdicies la sangre en la cocina. Si le añades un sofrito con Aceite de Oliva Virgen Extra, ajo, cebolla y una hoja de laurel, el delito se transformará en manjar.

Nos vemos en la próxima edición de Aragón Negro Gastronómico.