El Valle de Chistau luce su mejor aspecto estas semanas. La paleta de ocres, rojos, amarillos y anaranjados contrastan con el manto verde que se resiste a desaparecer. Es la bella estampa del otoño. El escenario del restaurante bistró La Capilleta. Estuve recientemente por allí. Una visita memorable que me permitió conocer mejor al chef José Andrés, copropietario de La Capilleta junto a Jessica Prat. Estos jóvenes emprendedores reconocen haber hecho su sueño realidad, a pesar de innumerables sinsabores y esfuerzos que ahora retornan en forma de dulce recompensa.

Situados a la entrada de Plan, en esta joya del Pirineo aragonés cuyos accesos son cada vez más confortables, nos encontramos un servicio de sala cordial, amable y atento al mínimo detalle. Aquí prima la naturalidad, en consonancia con la atmósfera y decoración del restaurante. Pero no se dejen engañar, la base es muy sólida, consolidada tras numerosas horas de vuelo, trabajo duro y aprendizaje en restaurantes de reconocida exigencia. Los espacios están claramente diferenciados entre la zona Restaurante, y el área Bistró. Este último, como ellos mismos indican, «es para gente sin complejos que quiere disfrutar de la gastronomía en pequeñas raciones». Y, como no podía ser de otro modo, la cocina es de temporada, basada en el producto de proximidad, que es mucho y de alta calidad en el Valle y Comarca donde late La Capilleta.

Si hablamos de producto de temporada, en La Capilleta manda la micología del 7 al 29 de octubre. Cuarta edición de unas jornadas con menú elaborado exclusivamente durante los fines de semana y festivos. Consta de una degustación de cinco platos, maridada con vinos del Somontano, en concreto de bodega Sommos. Y, haciendo gala de su contagiosa energía positiva, se han involucrado en la campaña #restaurantescontraelhambre de Acción contra el Hambre. De modo que una parte de la facturación de los menús micológicos irán destinados a esta iniciativa solidaria.

Mi experiencia fue anterior a estas jornadas. Acababa de llegar de hacer una recomendable vuelta circular a Plan, Gistaín y San Juan de Plan. Algo más de dos horas de caminata, subiendo y bajando, perfectas para abrir el apetito.

Allí me esperaban unos inesperados Donetes de longaniza de Graus, sepia y su «alioli agradable»,

para proseguir con la sutileza del Tartar de trucha y caviar del Grado, guacamole y yogur de Fonz,

y sucumbir ante un ineludible Cordero del Valle a baja temperatura

en el que la destreza técnica de José Andrés y la calidad de un estupendo producto se daban la mano en un emocionante plato.

Se trata de un viaje indispensable, una muy grata experiencia gastronómica en una preciosa estación del año.

www.lacapilleta.es