Las Moradas de San Martín,  bodega perteneciente al grupo Enate, situada a una hora de Madrid, anuncia el  lanzamiento de la última añada de su INITIO ECO 2018. Vino que goza del respeto del sector, luce una imagen renovada, al adoptar una botella de estilo borgoña y un nuevo logo. Además, en Las Moradas de San Martín han optado por una etiqueta más sostenible, ya que está impresa con materiales reciclados y reciclables, reforzando su apuesta por la sostenibilidad y su compromiso con la conservación del medioambiente.

El INITIO ECO 2018 es un vino 100% ecológico y vegano elaborado con garnacha tinta centenaria y con una mínima intervención en su proceso de elaboración. Esta práctica se realiza con el fin de darle todo el protagonismo a la variedad, y así, se consigue que el vino refleje la esencia del terruño de la Sierra de Gredos. En esta añada, la fruta adquiere un papel protagonista.

Para la elaboración de INITIO ECO 2018 se han seleccionado uvas de garnacha tinta, provenientes de viñedos de entre 50 y 115 años ubicados en parcelas de montaña, a casi 900 metros de altura. Estas parcelas, asentadas sobre suelos graníticos de arena y roca, presentan un pH ligeramente ácido y se benefician de los fuertes vientos del noroeste. Trabajados con viticultura ecológica y biodinámica, estos viñedos, en formación en vaso y estricto secano, proporcionan la esencia de Las Moradas.

La directora técnica de Las Moradas, Isabel Galindo, quien también ejerce como enóloga, nos explica que los bajos rendimientos se deben al equilibrio del suelo y que esta circunstancia se traduce en «una excelente materia prima, impecable acidez, buena maduración y gran estado sanitario».

El proceso de elaboración del INITIO ECO 2018 es un auténtico arte que comienza en el viñedo y culmina en la bodega. La vendimia se realiza de forma totalmente manual, con pequeñas cajas, durante la noche. Esta práctica asegura que la uva llega fresca y en perfecto estado sanitario a la bodega. Una vez allí, se procede a la selección de cada racimo.

Tras la selección y el despalillado, las uvas son encubadas por parcelas de manera separada hasta que comienza la fermentación de forma natural con las levaduras autóctonas presentes en la uva. «No se realizan correcciones ni se añaden aditivos», explica Galindo. Durante tres semanas se realizan controles de temperatura sin apenas intervención para evitar extracciones. Posteriormente, se realiza un descube rápido para evitar el excesivo contacto con las pieles.

Una vez realizada la fermentación maloláctica, también con bacterias autóctonas, se lleva a cabo una crianza de entre 8 y 18 meses, con una media de 14 meses en barrica de roble francés de 500 litros de distintos usos, según la parcela. Después, los vinos se mezclan en un coupage y el vino se embotella sin filtrar ni clarificar.