El Concurso Gastronómico de La Fueva se ha celebrado este año en torno a la tapa.  Los 24 participantes presentaron el viernes 14 sus propuestas de cocina en miniatura a los miembros del jurado, en Salón social de Tierrantona, ante numerosos vecinos que asistieron a la entrega de premios y a la posterior degustación de las tapas del certamen.

La ganadora ha sido Pilar Cardiel por su Bacalao en tres texturas, seguida de Pili Era, por su Tapa original, y se ha decidido hacer una mención especial para Alicia Lacort, por su Saquito de rabo de ternera.

He tenido el placer de ejercer la labor de miembro del jurado junto a dos estupendos profesionales como Javier Puyal, gerente del restaurante Tres Caminos (El Grado); Alberto Sierco, propietario de la Brasería de Aínsa. Todo ello, con la organización de la Asociación Cultural A Redolada D’ A Fueba, en colaboración con la Asociación de Mujeres Virgen de Bruis.

Con los miembros del jurado y algunos integrantes de la Asociación A Redolada: Luis Lanau, Ángel Supervía, José Ramón Lafuerza, Daniel Supervía, y José Antonio Buetas.

Mención especial al Saquito de rabo de ternera.

Os aseguro que la cosa no ha sido fácil. La mayoría de las elaboraciones y emplatados se ajustaban al concepto de tapa: fácil de comer, en dos o tres bocados y sin obligación de emplear cubiertos. En La Fueva hay excelentes cocineras que participan en este concurso gastronómico desde hace más de dos décadas. Una acertada iniciativa, amable y contagiosa, que pasa de padres a hijos.

Entre las recetas candidatas a los premios había una que poseía un especial significado. Me refiero a la Tapa original, segunda clasificada, consistente en un vasito de vino casero, protegido por una rebanada de pan tostado, una rodajita de tomate y unas lonchas de estupenda longaniza casera. Un homenaje y guiño al origen de la tapa.

Hace ya unos siglos, Alfonso X El Sabio exigió que los mesones ofrecieran siempre un acompañamiento al vino, con la sabia intención de que no se subiera a la cabeza tan rápidamente. Con el paso del tiempo se impuso la tendencia en fondas, mesones y otros lugares descanso y esparcimiento, que comenzaron a colocar en la boca de la jarra de vino o directamente sobre el vaso una loncha de queso, jamón o simplemente una rebanada de pan. Eficaz herramienta comestible que tapaba el vino y lo protegía de intrusos voladores.