Cenar en Al Kareni ensimismado, escuchando una darbouka o un oud egipcio, y mirando, sonriendo, quizás embobado, a una pareja que tilila ingrávida al compas de la luz de unas velas, quizás trémulas.

Estamos en el recuerdo de un instante en un restaurante que conocí hace unos años. Era un establecimiento con personalidad propia donde el reclamo «Cocina árabe con toque persa en singular local decorado con lámparas originales, vasijas y cuadros de oriente» existe todavía en Google.

Era un lugar esencial, único en la capital aragonesa, cuando deseabas declarar tu amor a una pareja displicente, o recuperar un amor despechado, o simplemente cerrar los ojos y transportarte a un bazar oriental donde los beduinos te dejaban tranquilo con tus propios sueños.

Nos anuncian que ha cambiado de rumbo. Desde ahora, se podrán adquirir especias -expuestas a la entrada del establecimiento-, y algunos de los atractivos objetos que decoran sus techos y paredes mostrarán el precio por el que te los podrás llevar a casa.

Me cuesta digerir la «desarabización» de Al Kareni. Será por un arrebato de nostalgia, será porque me hago mayor.

Quizás, por todo ello, será que no me reencontré en aquel lugar que recordaba de inolvidables momentos, de miradas sostenidas en un silencio prometedor, de candelabros, velas y reflejos de cristales de colores en los que la cocina brillaba con la misma intensidad.  Algo queda de aquella atmósfera densa, pesada, fascinante, donde puedes disfrutar la experiencia del momento, la belleza del instante, lo que aporta algo intangible y auténtico.

Me quedo con las Berenjenas con aguamiel y las Patatas con menta y especias, dos clásicos de la casa que han sobrevivido a la anunciada «desarabización».