Entre los valles de Pineta y de Chistau estoy pasando unos días inolvidables con momentazos difíciles de explicar. El primero de ellos, experimentar una tradición ancestral, La Falleta. O dicho de otro modo, disfrutar de una noche de San Juan sin el olor a pólvora de los insoportables petardos de la costa mediterránea.
Tras media hora de subida a la Planeta de San Mamés, nos sentamos en la hierba para recuperar fuerzas y contemplar una maravillosa puesta de sol con Gistaín, Plan y San Juan de Plan al frente, y el río Cinqueta a nuestros pies. Esta fiesta tradicional posee una gran belleza, crea una atmósfera hipnótica, algo desconcertante, que te transporta a tiempos remotos en los que se rendía culto al fuego.
El sonido de un cuerno recibe a la noche. Los chistabinos encienden la hoguera y cada uno de los participantes comenzamos a prender nuestras teas (antorchas o tiedas). De uno en uno bajamos por la montaña, sumando el constante tañido de las campanas al bramido del cuerno, descendemos entre las bordas de San Mamés, saboreamos lo religioso y sucumbimos ante lo pagano, y así hasta llegar al río.
En ese momento comienza una carrera explosiva por las calles del pueblo hasta llegar al cementerio de San Juan de Plan. Gana el primero que llega con su tea encendida. Entre las lápidas arde una inquietante columna de fuego.
Para alojarnos decidimos probar todas las opciones: primero al recomendable Camping Los Vives (cerca de Saravillo); después, al estupendo Hotel Casa Anita (San Juan de Plan); y entre ambos, una subida de 3 horas y media al bello y legendario Ibón de Plan (Basa de la Mora), para hacer noche en el refugio de Labasar (a 20 minutos del Ibón).
Casa Anita requiere una comida, al menos, en su terraza. El macizo montañoso de Cotiella se convierte en el mejor de los decorados posibles. Cocina tradicional elaborada con los mejores productos de la zona, entre los que no puede faltar numerosas propuestas del principal recurso del valle: la Ganadería. Servicio impecable. Y, en los fogones, todavía puedes preguntar por la abuela Anita y sus famosas chiretas.
Ya en el Valle de Pineta, una vez más hacemos parada obligatoria en un lugar que no me canso de recomendar: El Kanguro Truchero. Se trata de un pequeño bar-restaurante situado junto al embalse de Bielsa. Ruth y su esposo han sabido crear una personalidad propia, original y para toda la familia, en un lugar perfecto para finalizar varias rutas de interés, por ejemplo, una subideta a los Llanos de Lalarrí (4 horas total) para contemplar las imponentes cascadas del Cinca.
En el Kanguro Truchero observamos varias novedades, entre ellas una nueva y más ampliada carta donde conviven a partes iguales propuestas para los más carnívoros (obviamente con carne de la zona) y el recetario para vegetarianos. Me decidí por un delicioso Cous-cous vegetariano, Ensalada de manzana, queso y mostaza, y probé otra Ensalada de pollo thai.
La carta de vinos y coctelería también se ha renovado. Merece la pena dejarse recomendar por Ruth, sabe lo que hace. A mí me descubrió hace años un Evohé tinto (Bodegas Sierra de Guara, Vino de la Tierra Bajo Aragón) que no me resisto a seguir pidiendo.
Si eres propietario de un negocio hostelero o diriges una bodega, quizás te interese conocernos.
Muchísimas gracias Arturo por tus opiniones. Trabajamos cada día por mejorar nuestro trabajo. Esperamos recibirte muy pronto.