En el periodismo gastronómico, o en estas cosas de la comunicación hedonista, en el que los hombres somos mayoría, of course, solemos soportar el suplicio y la poco merecida penitencia de la frase: «¡Qué bien os lo montáis!”.
Me lo dice mi ex jefe, mi madre, mi cuñado y mi suegra, mi ex mujer, mi ex cirujano, también mis hermanos, también mi perrita Pepa que está harta de decírmelo.
A veces sí, tenéis razón, Pepa también, pero en muchas otras ocasiones sufrimos experiencias inconfesables; al menos en estas líneas.
Pero estamos con las mujeres y la cocina. ¿Qué me decís de la tradicional y sempiterna ama de casa? Ya sabéis, aquellas mujeres en las cocinas que sacaban a la mesa sus mejores deseos convertidos en guisos, cocidos, o vete a saber.
Todos hemos tenido madre o suegra, algunos también han tenido abuela, incluso bisabuela, que servían sus obras de arte en la mesa, tras muchas horas de trabajo, mientras asistían a la indiferente deglución de los comensales.
Me están viniendo todas ellas, recuerdo a todas estas mujeres que sobrevuelan mi memoria gustativa, emotiva, olfativa. Las recuerdo porque me ayudaron a modelar mi forma de entender la vida.
«Gracias, muchas gracias, estaba muy bueno y quiero repetir».
(Dedicado a Trini, mi suegra, una magistral y anónima guisandera a la que se le escapa la vida).
Imagen: Película El Festín de Babette (Gabriel Axel). Indispensable.
Deja tu comentario