Cervera de la Cañada es un pueblecito de la provincia de Zaragoza pequeño y poco poblado -como tantos otros-, e injustamente poco conocido. Se encuentra en plena ruta del Vino de la Denominación de Origen de Calatayud. Rodeado de Garnacha de calidad, entre los principales motivos que tenemos para visitar esta localidad se encuentra la Cooperativa de San Gregorio, la Iglesia de Santa Tecla -gótico mudéjar declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco-, y por supuesto una andada hasta el Mirador de Cruz de Armantes, silencioso recorrido por un paisaje inesperado, marcado por erosiones caprichosos de enorme belleza.

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Os lo cuento porque hace unos días me desplacé hasta esta cooperativa que cumple medio siglo de vida. Eché la tarde conversando y catando algunos de sus vinos con su presidente, Sergio Cigüela, y con el enólogo, Ángel Rodríguez.
A sus 36 años, desde septiembre del año pasado, Sergio preside una cooperativa que recibe la uva de casi un centenar de familias. Cooperativistas con edades entre 45 y 50 años, procedentes en porcentaje elevado del sector de la construcción, es decir, de los estragos de la crisis, han venido a rejuvenecer a esta zona de producción vitícola que en los últimos años no para de recibir galardones y reconocimientos.

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En Cervera, como en casi toda la zona, la mayor parte de la uva que es produce es tinta, Garnacha 80%, y el resto dividido entre Tempranillo, Cabernet y Syrah. Armantes y Tres Ojos son fabulosos exponentes del trabajo serio que se está realizando en San Gregorio. Sin embargo, no es sencillo dar con ellos en el canal hostelero o en tiendas especializadas. La mayor parte de su vino se dirige a la exportación. Un consejo: Si te gusta la garnacha de calidad, desplázate a Cervera de la Cañada, en la cooperativa tienes venta directa a precios competitivos.

Os hablo de esta cooperativa porque representa la paradójica situación del rejuvenecimiento de un proyecto a causa del desempleo. Refleja el retorno de los jóvenes al ámbito rural. Podría ser una lamentable consecuencia, pero prefiero contemplarlo como una bendita circunstancia de la burbuja inmobiliaria y su consiguiente crisis del ladrillo.

Sergio es un ejemplo de lo que os cuento. «He trabajado fuera del campo pero siempre en el pueblo, carpintería metálica y otros oficios relacionados con la construcción. Muchos de nosotros hemos regresado a casa de los padres, y nos dedicamos a cuidar sus tierras y las de los abuelos». Sergio es un joven emprendedor ilusionado y feliz con su nueva vida.